EL ENCUENTRO CON LAS FAMILIAS: PRIMEROS DÍAS TRAS EL MILAGRO

La noticia de que habían aparecido dos supervivientes del avión uruguayo con vida revolucionó Montevideo.
Las familias, a pesar de que todavía no sabían si sus hijos habían sobrevivido al siniestro, enseguida se movilizaron para viajar a Chile.

La salud de los supervivientes

El primer día del rescate (22 de diciembre), los supervivientes fueron llevados al Hospital de San Fernando donde recibieron las primeras atenciones médicas.

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Sin embargo, el 23 de diciembre, todos los supervivientes ya fueron trasladados al Hospital Posta Central de Santiago de Chile.

Primero en el hospital de San Fernando, y después en la Posta Central de Santiago, el estado de salud de los supervivientes fue revisado por los médicos.

Álvaro Mangino tenía algo de fiebre y la presión alta, y Coche Inciarte una infección en su pierna.

Todos tenían deficiencia de grasas, proteínas y vitaminas.
También tenían los labios quemados y llenos de grietas, conjuntivitis y varias infecciones en la piel.

¿Cuánto peso perdieron los supervivientes de los Andes?

Los médicos y familiares que recibieron a los sobrevivientes, se encontraron con unos muchachos escuálidos y demacrados.

Nando Parrado, pesaba unos veintitrés kilos menos que en condiciones normales. Los que menos habían perdido eran Daniel Fernández, Carlitos Páez, Pedro Algorta y Álvaro Mangino, unos trece o catorce kilos cada uno. Roberto Canessa perdió dieciséis, Eduardo Strauch veinte y Coche Inciarte treinta y seis.

Especialmente dramático fue el caso de Roy Harley, que pesaba unos ochenta y cinco kilos antes de la tragedia, e ingresó en el hospital pesando solamente treinta y ocho kilos.

Al principio, los médicos no les querían dar comida (temían a que su organismo no reaccionase bien a una ingesta repentina de alimento), pero ante la insistencia de los supervivientes, famélicos, no les quedó más remedio que ceder y servirles una comida completa a cada uno.

¿Qué supervivientes debieron quedar ingresados en el hospital?

Una vez comprobado su estado general, todos los sobrevivientes fueron dados de alta el 23 de diciembre para que fuesen trasladados al hotel junto a sus familias, pues se consideraba que sus vidas no corrían peligro inminente y consideraron importante que pudieran pasar la Nochebuena junto a sus familiares.

La excepción fueron Javier Methol y Roy Harley, que debieron permanecer ingresados en el hospital, debido a su delicado estado de salud, que era mucho más comprometido que el del resto de supervivientes.
En el caso concreto de Harley, tuvo que permanecer en la unidad de cuidados intensivos durante 15 días antes de poder regresar a Uruguay.

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El reencuentro de los supervivientes con sus familias

Muchos de los padres y familiares de los supervivientes ya pudieron abrazarlos en San Fernando, pero para la tarde del 23 de diciembre todos los uruguayos ya estaban acomodados en hoteles de Santiago de Chile.

Los supervivientes se alojaban con sus padres y parientes en el Hotel Sheraton San Cristóbal en las afueras de la ciudad, y los padres y familiares de los que no habían sobrevivido, en el Hotel Crillon, que era más antiguo y estaba situado en el centro.

Los muchachos hablaron con naturalidad desde el primer momento con los médicos y sus familiares respecto al hecho de que habían tenido que comer los cuerpos de sus amigos fallecidos.
También se lo confesaron a un párroco que les visitó en el hospital de San Fernando.

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Los más pragmáticos (los médicos y algunos de los padres) no recibían la noticia con especial sorpresa, pues eran conscientes de que no había otra posibilidad que hubiese hecho posible que los chicos hubiesen sobrevivido durante 72 días.

Pero la mayoría de familiares no se hallaban preparados para recibir esta noticia. Algunos reaccionaron involutariamente con asco y asombro, por lo que la mayor parte de ellos no volvieron a hablar del asunto.
A pesar de que los supervivientes consideraban que la reacción de sus padres era normal, se sintieron heridos ante la idea de que alguien se horrorizara por lo que habían hecho.

Otra de las grandes preocupaciones de supervivientes y familiares era la posibilidad de que la noticia trascendiera al mundo exterior.

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