EL ENCUENTRO CON EL ARRIERO SERGIO CATALÁN
El día 20 de diciembre, tras 9 días de intensa caminata, Fernando Parrado y Roberto Canessa decidieron dejar de caminar y pararse a descansar antes de lo previsto. Ellos no lo sabían, pero estaban en Los Maitenes, en Chile.
Canessa estaba débil en extremo. Sufría de una intensa diarrea (posiblemente por comer carne en mal estado) y apenas podía mantenerse en pie.
Además, habían llegado a la confluencia de dos ríos, y no sabían cómo podrían cruzarlos al día siguiente.
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¿Quién ayudo a los supervivientes del Milagro de los Andes?
Cuando Parrado fue a buscar leña, Canessa vio la figura de un hombre a caballo al otro lado del río. Gritó a Nando para avisarle del avistamiento, y ambos comenzaron a dar saltos y gritos para llamar la atención del jinete.
Parrado (Canessa apenas podía moverse) corrió hacia el río. Uno de los jinetes cabalgó hasta la orilla. No podía oírles a causa del estruendo del agua del torrente.
Les dijo a gritos unas palabras, de las cuales la única que pudieron descifrar fue “mañana”.
Era el arriero Sergio Catalán.
Estaban salvados. El hombre les dijo que esperaran allí porque volvería mañana.
Esa noche apenas durmieron. Estaban demasiados excitados ante la esperanza de ver el final de su tormento.
La nota de Nando Parrado para el arriero
El 21 de diciembre a las 6 de la mañana vieron a un hombre al lado de una hoguera, al otro lado del río. Junto a él había otros hombres.
Parrado se acercó a la orilla y el hombre le lanzó un pedazo de papel envuelto en una piedra. En la nota ponía:
“He enviado a un hombre que llegará ahí más tarde. Dígame lo que desea.”
Parrado no tenía con qué escribir, y tras hacerle unos gestos, el arriero le lanzó un bolígrafo atado a una piedra con un pañuelo.
Nando escribió:
“Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace diez días que estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo. No tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar arriba? Por favor. No podemos ni caminar. ¿Dónde estamos? SOS”
Le lanzó la nota de vuelta al campesino, que la leyó y asintió con la cabeza. Había entendido.
Después lanzó varios panes a la otra orilla, para que Parrado los cogiese.
Nando regresó al lado de Roberto con un pan en la mano, signo inequívoco de que había tomado contacto con el mundo exterior. “Estamos salvados”.
Los panes que lanzó el arriero Sergio Catalán acabaron siendo protagonistas de una graciosa anécdota que aún hoy cuentan entre risas los supervivientes:
El arriero lanzó varios panes a Parrado. Sin embargo, cuando llegó a junto de Canessa, sólo tenía un pan (que repartieron a partes iguales).
Roberto tardó muchos años en enterarse de que en realidad eran varios panes y que Nando se los había comido por el camino.
Unas horas más tarde, vieron llegar otro jinete, pero esta vez estaba en su misma orilla. Cabalgaba hacia ellos. Era el hombre que había enviado Sergio Catalán y se llamaba Armando Serda.
Les saludó con reticencia, muy impresionado por el aspecto que los dos muchachos presentaban: esqueléticos, harapientos, sucios y malolientes.
Los chicos comenzaron a contarle todo por lo que habían pasado en los últimos dos meses, y Armando les explicó que el arriero Sergio Catalán había salido a caballo hacia Puente Negro (que estaba a un día cabalgando) para informar a los carabineros de la aparición de los sobrevivientes uruguayos.
También supieron que se encontraban en un lugar llamado Los Maitenes, junto al río Azufre, en la provincia de Colchagua.
Armando les ofreció un poco de queso que Nando y Roberto aceptaron, desesperados de hambre como estaban.
Como Canessa apenas podía caminar, lo subieron al caballo y los tres partieron valle abajo hasta que llegaron a una casita modesta, con paredes de madera y el techo de ramas que los campesinos utilizaban cada primavera para cuidar al ganado.
Allí conocieron a otro campesino: Enrique González. Este hombre les dio más leche y queso.
Después les sirvieron un plato de alubias a cada uno (que tuvieron que rellenar varias veces). Tras las alubias, llegó el turno de los macarrones con carne, y después pan con miel.
Comieron hasta que no pudieron más, y después fueron invitados a dormir en dos cómodas camas que había en la casita. Ellos aceptaron agradecidos, y se echaron a dormir después de 10 largos días de caminata.
Era el jueves del día 21 de diciembre y hacía 70 días del accidente aéreo en las montañas.
Tras la siesta, volvieron a reunirse con los campesinos que, de nuevo, les dieron comida.
Al rato llegaron dos carabineros con una cuerda al hombro… “Muy bien, muchachos, ¿dónde está el avión?.
Así fue el rescate de los supervivientes del Milagro de los Andes
El encuentro con el arriero en La sociedad de la nieve
Como casi todos los hechos que vemos en la película, el encuentro con el arriero se cuenta de una forma bastante fiel a lo que sucedió en la realidad.
Lo que cuentan los supervivientes es que Roberto apenas se tenía en pie cuando vio a lo lejos a un hombre a caballo, y que Fernando tuvo que correr haciendo aspavientos y dando gritos para que les viera.
En la película, sin embargo, nos presentan una estampa idílica en la que los dos expedicionarios están bebiendo de un río cuando ven la figura de Don Sergio Catalán.
Se omite que no es hasta el día siguiente cuando sucede la secuencia de la nota que escribe Nando Parrado y cuando los arrieros les dan de comer en la pequeña casita de madera.
También se pasa por alto que Sergio Catalán tuvo que cabalgar durante un día entero para poder avisar a las autoridades.