TAREAS DE BÚSQUEDA DEL AVIÓN ESTRELLADO EN LOS ANDES
El domingo 15 de octubre, dos días después del accidente, los supervivientes vieron un avión que les sobrevolaba.
Todos saltaban, gritaban y hacían señales. Intentaron, ayudándose de piezas de metal, enviar destellos con los reflejos del sol.
A media tarde, vieron dos nuevos aviones, que volaban más bajo que el anterior.
A última hora de la tarde vieron un nuevo avión, esta vez un pequeño bimotor que pasó justo encima de ellos.
Algunos lloraban de emoción, convencidos de que habían sido vistos. Además, muchos aseguraban que el último avión movió las alas… señal inequívoca de que habían sido vistos.
No todos estaban tan convencidos de ello, y es que creían que, siendo el techo del avión blanco, sería muy difícil de apreciar desde el cielo.
Pese a las dudas, el entusiasmo ante la idea de ser rescatados por fin se apoderó de la mayoría, y Canessa descorchó una de las botellas de vino de Mendoza para celebrar su inminente salvación.
Esperaban ansiosos el rescate. Cuando veían que no llegaba, se consolaban pensando que se encontraban en un lugar en el que era imposible rescatarlos por aire, por lo que vendrían a buscarlos en una expedición por tierra… por eso se demoraban tanto.
Pero, si ya les habían visto… ¿por qué no les lanzaban alimentos desde el aire? ¿por qué no llegaba el rescate?
Contenido
¿Buscaron a los supervivientes de los Andes? ¿Por qué no les encontraron?
Aquel año, el tiempo en la cordillera fue terrible, y se batió el récord de nieve caída en décadas.
Sin duda, este fue un factor determinante, pues el mal tiempo dificultaba mucho las tareas de búsqueda que se llevaban a cabo.
Además, como el techo del avión era blanco, era prácticamente imposible distinguirlo desde una mínima distancia.
En resumen, era totalmente imposible divisar los restos del fuselaje desde un avión.
No obstante, sí se llevaron a cabo tareas de búsqueda, fundamentalmente por parte del Servicio Aéreo de Rescate Chileno y, más tarde en diciembre, la Fuerza Aérea Uruguaya (que buscaba fundamentalmente los cadáveres de los rugbistas).
Tareas de búsqueda del SAR (Servicio Aéreo de Rescate chileno)
Cuando en la tarde del viernes 13 de octubre el aeropuerto de Pudahuel de Santiago de Chile perdió contacto con el Fairchild, inmediatamente avisaron al Servicio Aéreo de Rescate acuartelado en el otro aeropuerto de Santiago: Los Cerrillos.
La operación de búsqueda y rescate la dirigieron los oficiales de la Fuerza Aérea Chilena Carlos García y Jorge Massa, con mucha experiencia en aviación y entrenados para pilotar todo tipo de aeronaves.
Esa misma tarde comenzaron a buscar al Fairchild desde la última posición comunicada, es decir el corredor de Curicó hasta Angostura y Santiago.
Buscaba por zonas poco pobladas, porque de haber habido un accidente en una zona poblada, ya lo habrían notificado. Así que esa tarde del viernes 13 de octubre comenzaron la búsqueda en las áreas más montañosas.
También probaron suerte en el área entre Planchón y Curicó, que era la ruta que debía haber seguido el avión.
Había una gran tormenta de nieve, por lo que aplazaron la búsqueda para el día siguiente.
El sábado 14 de octubre, al analizar con detenimiento la información de la que disponían, se llegó a la conclusión (acertada) de que era imposible que el avión estuviese sobrevolando Curicó cuando lo notificaron a la torre de control.
Fueron conscientes del error de cálculo de los pilotos, y consiguieron señalar la zona en la que el avión debía haberse estrello, en el corazón de los Andes.
Sabían a lo que se enfrentaban: sobrevolar montañas que superaban los 4.000 metros de altura, en búsqueda de un avión blanco que sería totalmente invisible entre la nieve.
Se trataba de una misión muy peligrosa, pues volar entre las turbulencias que se originan en las montañas era probable que provocase más pérdidas de aparatos y vidas humanas.
No tenían esperanza alguna de que hubiese ningún superviviente en un accidente ocurrido en plena cordillera. Si alguien había conseguido sobrevivir al impacto, hubiese perecido durante la primera noche a causa de las bajas temperaturas.
No obstante, una norma internacional obligaba al país en el que ocurre un accidente aéreo a buscar los restos del aparato durante diez días.
Durante el 17 y el 18 de octubre, tuvieron que suspender las tareas de búsqueda debido a las malas condiciones climatológicas: era imposible sobrevolar la cordillera.
El 19 de octubre por la mañana se reanudaron las tareas de búsqueda, que prosiguieron hasta la mañana del día 21. Algunos aviones argentinos se unieron a la búsqueda.
El mediodía del 21 de octubre, los oficiales Massa y García anunciaron que se daba por terminada la búsqueda del Fairchild 571, puesto que era imposible encontrar supervivientes y porque la complejidad de la operación era riesgosa en extremo a causa del mal tiempo.
El plan era iniciar de nuevo la búsqueda en enero, cuando el tiempo hubiese mejorado, con el objetivo de encontrar los restos del avión y los pasajeros (obviamente ya fallecidos, no se esperaba que pudiesen estar vivos).
Aquel año las intensas nevadas registradas batieron los récords en decenas de años, por lo que ya a finales de octubre, el Servicio Aéreo de Rescate anunció que no se podrían retomar las tareas de búsqueda en enero, y que se pospondría a febrero.
La búsqueda de la Fuerza Aérea Uruguaya
El 1 de diciembre se anunció que la Fuerza Aérea Uruguaya estaba a punto de enviar un avión para buscar el avión de los rugbistas uruguayos por los alrededores del volcán Tinguiririca.
A las seis de la mañana del día 11 de diciembre despegó de Montevideo un C-47 de la Fuerza Aérea Uruguaya.
A bordo iban el comandante Rubén Terra (el piloto), cuatro tripulantes, Rodríguez Escalada (un experimentado piloto de la PLUNA: Primera Línea Uruguaya de Navegación Aérea) y los padres de Carlitos Páez, Roberto Canessa, Roy Harley y Nicolich.
Se trataba de un avión militar que había sido especialmente equipado para esta expedición y estaba preparado para volar a gran altitud.
Poco después del despegue con rumbo a Santiago de Chile, se vieron obligados a aterrizar en Buenos Aires debido a problemas en uno de los motores.
Desde Buenos Aires, los padres y Rodríguez Escalada tomaron un avión de línea hasta Santiago de Chile, donde esperarían que el C-47 de la Fuerza Aérea Uruguaya llegase a Santiago reparado.
El comandante Massa (del Servicio Aéreo de Rescate chileno) recibió con sorpresa a Carlos Páez Vilaró, “había vuelto el loco que buscaba a su hijo sin descanso”.
Los cinco hombres decidieron dividirse en tres grupos. Uno de los grupos exploraría la zona de las montañas Tinguiririca y Palomo por tierra. El otro grupo lo haría desde el aire tan pronto llegase el C-47 a Santiago. El tercero iría en busca de un minero que aseguraba haber visto caer el avión.
El C-47 llegó al aeropuerto de los Cerrillos en Santiago el 12 de diciembre. El piloto comentó a Paéz Vilaró que sobrevolando los Andes tuvo nuevos problemas con el motor del avión. Había que hacer nuevas reparaciones.
El 13 de diciembre el C-47 realizó el primer vuelo de búsqueda con el padre de Gustavo Nicolich y Rodríguez Escalada a bordo. Sobrevolaron el paso Planchón.
El 14 de diciembre los padres de Canessa y Harley partieron hacia Curicó para entrevistarse con un minero que decía haber visto caer un avión en llamas del cielo. No consiguieron encontrar al minero, pero sí hablaron con algunos allegados suyos que les confirmaron la teoría de que el avión debía haber caído en algún lugar cerca del volcán Tinguiririca.
Cuando contactaron con Santiago de Chile para comunicar estos datos, les dieron la noticia de que había sido vista una cruz en la nieve en la ladera de la montaña Santa Elena.
La Fuerza Aérea de Chile y Argentina reanudaron la búsqueda de los sobrevivientes, pues aquella cruz, indudablemente hecha por humanos, reavivaba las esperanzas de encontrarlos con vida.
Paéz Vilaró, Canessa y Nicolich salieron inmediatamente en el C-47 para volar sobre la cruz y explorar las proximidades.
Pero en el transcurso de este viaje, el motor del C-47 volvió a averiarse.
El 16 de diciembre, se anunció que la cruz había sido reconocida como el trabajo de una expedición de geofísicos de Mendoza con objeto de hacer un estudio sobre el deshielo.
Todos los avisones volvieron a desistir de la búsqueda y volvieron a sus bases. La desolación volvió a apoderarse de los familiares. La cruz no la habían hecho los muchachos.
Sin embargo, los padres que habían viajado a Chile, no desistieron en su búsqueda.
El 18 de diciembre, Paez Vilaró alquiló un avión para sobrevolar de nuevo el Tinguiririca. En su segunda salida les pareció ver huellas humanas, aunque los más escépticos aseguraban que era imposible que fuesen de los chicos; de seguro serían huellas de pastores.
Los padres deciden volver a Uruguay para pasar las navidades.
¿Qué se ve de las tareas de búsqueda del avión en La sociedad de la nieve?
Las tareas de búsqueda en La sociedad de la nieve solo se muestran con la información de la que disponían los supervivientes. En ningún momento se muestran los esfuerzos de las autoridades o la insistencia de las familias en seguir buscando el avión siniestrado.
La película sí nos muestra cómo en principio se entusiasmaban cuando un avión les sobrevolaba pensando que les habían visto:
También cómo se dan cuenta (en cuanto se alejan un poco del fuselaje) que el avión queda totalmente camuflado en la nieve y que nunca les verían desde el cielo:
Gracias a las noticias que iban escuchando en la radio, también supieron que las tareas de búsqueda se suspendían. Y más tarde también descubrieron por ese mismo medio que se reanudaban las tareas de búsqueda.
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