SUPERVIVENCIA EN LOS ANDES
¿Cómo consiguió el equipo de rugby uruguayo sobrevivir 72 días en la cordillera de los Andes sin equipamiento ni recursos?.
En muchas ocasiones se simplifica la cuestión de la supervivencia en la cordillera: los sobrevivientes lo consiguieron porque se comieron a sus amigos muertos.
En realidad, este hecho solo solucionaba una (el alimento) de los muchas dificultades a las que tuvieron que enfrentarse en la supervivencia en la cordillera, a más de 3.500 metros de altitud.
Los supervivientes tuvieron que recurrir al trabajo en equipo y al ingenio para poder salir adelante en las más duras condiciones imaginables.
Contenido
- 1 Organización y solidaridad del grupo
- 2 Sobrevivir a la sed: cómo conseguir agua
- 3 Sobrevivir al frío en los Andes
- 4 ¿Cómo se protegieron del sol?
- 5 ¿Cómo caminaban en la nieve?
- 6 Hamacas para los heridos
- 7 Aceite para el estreñimiento
- 8 Mochilas para los expedicionarios
- 9 La superviviencia en La sociedad de la nieve
Organización y solidaridad del grupo
Todos los supervivientes coinciden en señalar que el principal motivo por el que consiguieron volver a sus familias fue gracias al trabajo en equipo y la solidaridad del grupo.
Pronto se dieron cuenta de que todos eran necesarios en la supervivencia, y que ayudar al compañero para que ese mismo compañero pudiese ayudarte a ti era fundamental para salir vivos de la cordillera.
Todos ayudaban y todos eran necesarios.
Daban todo lo que tenían en beneficio del grupo.
Del mismo modo, todos obedecían a las órdenes del líder que tomaba las decisiones necesarias para beneficiar al equipo.
Los primeros días, Marcelo Pérez del Castillo, como capitán del equipo de rugby, asumió el papel de líder y organizó equipos de trabajo para llevar a cabo las tareas diarias:
- Roberto Canessa, Gustavo Zerbino y Liliana Methol eran el equipo médico que atendía a los heridos.
- Roy Harley, Carlitos Páez, Diego Storm y Gustavo «Coco» Nicolich eran el grupo de los más jóvenes, y se encargaban de mantener limpio el avión.
- Los heridos se encargaban de convertir nieve en agua.
Cuando oyeron en la radio que ya no les buscaban más, el ánimo del capitán Marcelo Pérez del Castillo se vino abajo.
A partir de ese momento, fueron los primos Strauch (Fito Strauch, Eduardo Strauch y Daniel Fernández) los que asumieron el liderazgo y organizaban las tareas.
Sobrevivir a la sed: cómo conseguir agua
Enseguida se dieron cuenta de que la necesidad más urgente era el agua. No podían comer nieve para saciar su sed, pues se les helaba la boca y la garganta y les causaba heridas.
Una de las soluciones que encontraron a este problema era meter nieve en una botella y agitarla para que se derritiese. Pero era un proceso que llevaba mucho tiempo y consumía buena parte de sus energías para conseguir muy poca cantidad de agua.
Adolfo Strauch, unos 3 días después del accidente, encontró el método para “fabricar” agua que emplearían hasta el final de la superviviencia.
Se dio cuenta de que, los días despejados, el sol brillaba con fuerza al llegar al mediodía, llegando a fundir las capas de hielo que se habían formado a lo largo de la noche.
Fito utilizó unas chapas de aluminio que formaban parte de los asientos del avión. Las dobló para formar unas bandejas con un agujerito en el centro.
Ponían una delgada capa de nieve sobre el invento de cara al sol. Pronto comenzaban a caer gotas de agua por el agujero, que recogían en una botella.
Todos los días necesitaban fabricar agua para aplacar la sed, que en la cordillera se vuelve atroz.
Esta fue la tarea habitual de los heridos, ya que no requería hacer grandes esfuerzos.
Sobrevivir al frío en los Andes
Se estima que en esa época del año, en el Valle de las Lágrimas las temperaturas descienden hasta los -30 o -40 grados por las noches.
Los supervivientes eran chicos acostumbrados a las suaves temperaturas de Montevideo, y la mayoría de ellos ni siquiera habían visto nunca la nieve. Solo llevaban ropa de verano.
Uno de los mayores desafíos en esos 72 días de supervivencia fue resistir a las bajas temperaturas.
El frío de la noche en el fuselaje
Los supervivientes se enfrentaban a unas temperaturas extremas todas las noches, y sólo su ingenio y perseverancia les salvó de morir congelados.
Desde la primera noche, el fuselaje era su único refugio.
El espacio disponible en el interior del avión era muy limitado. Contaban con una superficie de aproximadamente 6×3 metros.
Las primeras noches debían dormir en ese espacio casi 30 personas. Aunque la incomodidad era notable, el hecho de tener que apretarse y compartir su calor corporal para dormir fue uno de los factores que ayudó a su superviviencia.
Dormían por parejas, con los pies de unos descansando en los hombros de los otros. Todos perfectamente encajados como en un puzle.
Era muy incómodo. El espacio era tan escaso que cuando uno quería levantarse, casi todos los demás tenían que hacerlo también. Cualquier cambio de postura significaba patadas o molestias para los otros.
Además, cada noche construían, sirviéndose de las maletas de una especie de muro en la entrada del fuselaje, que les resguardaba de la gélida ventisca nocturna de la montaña.
Tapicería como manta
A Roberto Canessa se le ocurrió que la tapicería de color turquesa de los asientos del avión podía desprenderse fácilmente.
Así que, desde la primera noche, quitaron las fundas de los asientos para utilizarlos a modo de mantas y poder resguardarse del frío.
El saco de dormir para las expediciones
En una de las expediciones a la cola del avión, Antonio Vizintín descubrió un material que recubría los conductos de la calefacción del avión.
Se trataba de un material muy ligero pero aislante.
Los supervivientes trabajaron cosiendo para confeccionar una gran bolsa de dormir para que los 3 expedicionarios pudiesen resguardarse del frío nocturno.
Carlitos Páez enseñó a coser a sus compañero y entre todos consiguieron acabarlo en pocos días.
Resultó un invento muy eficaz, que posiblemente les salvó la vida, y que fue clave para el éxito de la expedición final.
¿Cómo se protegieron del sol?
Los días que estaba despejado, sobretodo a medida que se iba acercando el verano, el sol quemaba de forma inclemente al reflejarse en la blanca nieve.
En el momento del rescate, los sobrevivientes presentaban múltiples quemaduras en sus labios y mejillas. Algunos, como Bobby François sufrieron secuelas en sus ojos de las que nunca se han recuperado.
Cremas y carmín para proteger la piel
Para proteger su piel, los supervivientes utilizaron algunas cremas que encontraron en el equipaje de las mujeres.
También usaron carmín de labios para proteger sus labios del sol y las inclemencias del tiempo.
Las gafas de sol
Fito Strauch confeccionó gafas de sol con pedazos de plástico que recogió de la cabina de los pilotos.
¿Cómo caminaban en la nieve?
Moverse por los alrededores del avión era dificultoso en extremo.
A partir de las 9 de la mañana aproximadamente, el sol derretía la capa dura que se formaba durante la noche sobre la nieve, que se convertía en una gran montaña de polvo blanco reblandecido.
Cuando intentaban caminar, se hundían en la nieve hasta la cintura en cada paso.
Fue a Fito Strauch a quien se le ocurrió atar los almohadones de los asientos a las botas para poder caminar y evitar hundirse en la nieve (no sin dificultad).
Hamacas para los heridos
Roberto Canessa ideó un invento para que los heridos pudiesen descansar con mayor comodidad, que además evitaba los pisotones o golpes del resto de supervivientes.
Sirviéndose de las redes de los porta-equipajes, construyó una especie de hamacas paraguayas que quedaban elevadas del suelo del fuselaje.
Gracias a ellas, no sólo los heridos gozaban de mayor confort, sino que se consiguió ganar un poco de espacio en el suelo del avión, donde dormían todos los demás.
El único inconveniente de estas hamacas es que los heridos pasaban más frío, al estar privados del calor corporal que proporcionaba el grupo.
Así que los heridos se vieron obligados a elegir entre pasar (mucho) frío, o la agonía de dormir apretujados para poder disfrutar del calor de sus amigos.
A medida que se fueron recuperando de sus heridas, con el transcurso de los días, iban descendiendo al suelo del fuselaje, hasta que solo dos permanecieron en las hamacas: Rafael “Vasco” Echavarren y Arturo Nogueira.
Aceite para el estreñimiento
Javier Methol se convirtió en especialista en extraer aceite de trozos de grasa para usarlo como laxante.
Y es que a consecuencia de la pobre dieta que tenían, con frecuencia sufrían de problemas de estreñimiento o diarrea.
Mochilas para los expedicionarios
Roberto Canessa confeccionó para los expedicionarios unas mochilas con pantalones tejanos.
Ató cintas de nailon al extremo de las perneras, las pasó alrededor de los hombros y luego por las trabillas.
La superviviencia en La sociedad de la nieve
Bayona puso especial atención en mostrar la realidad de los supervivientes durante esos 72 terribles días:
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