EL RESCATE
La tarde del 21 de diciembre, tras ser avisados por el arriero Sergio Catalán, llegaron a Los Maitenes dos carabineros.
¿Cómo encontraron Roberto y Nando al arriero?
Poco después, se presentó una patrulla de otros diez carabineros a caballo.
Contenido
¿Cómo fue el rescate de los supervivientes del Milagro de los Andes?
El capitán pidió indicaciones a Nando Parrado y a Roberto Canessa dónde se encontraba el avión.
Cuando oyó el relato de su viaje, se dio cuenta de que sería imposible realizar el rescate a pie, así que envió a dos de sus hombres de vuelta a Puente Negro para que pidieran a Santiago un helicóptero de rescate.
Roberto y Nando fueron conscientes de que el rescate tendría que demorarse un día más, a pesar de que eran conscientes que la vida de algunos de los supervivientes pendía de un hilo (algunos ya estaban demasiado débiles cuando ellos partieron).
Continuaron comiendo y relatando todo lo vivido a los campesinos y carabineros que allí estaban, y más tarde todos se fueron a dormir para esperar la llegada de los helicópteros, que llegarían podo después de amanecer.
Viernes 22 de diciembre: Primeros supervivientes de los Andes rescatados
A primera hora de la mañana del 22 de diciembre llegaron a Los Maitenes una horda de periodistas ansiosos por conseguir las primeras imágenes y testimonios de lo que ya todos consideraban un milagro.
Poco después, llegaron tres helicópteros de la Fuerza Aérea Chilena, que se habían retrasado a causa de la intensa niebla que había a primera hora de la mañana en el valle.
Los helicópteros los pilotaban el comandante Carlos García, el comandante Jorge Massa y el teniente Ávila.
Con ellos iban dos mecánicos aéreos, un médico y un enfermero y tres miembros del Cuerpo de Socorro Andino: el comandante Claudio Lucero, Olvaldo Villegas y Sergio Díaz.
Cuando los supervivientes explicaron al comandante García dónde se encontraban los restos del avión, pidió a Nando (Roberto estaba demasiado débil) que les acompañase en un helicóptero para indicarles el lugar exacto.
Nando tenía miedo de volar, pero también quería subir al helicóptero para ayudar a sus amigos. Recordó la promesa que hizo de volver al avión a por el otro zapatito rojo y en cuanto se dio cuanta estaba subido al helicóptero y despegando de camino al avión siniestrado.
Era alrededor de la una de la tarde, la peor hora posible para sobrevolar los Andes. La intención no era evacuar a los muchachos aquel día, sino localizar el lugar exacto en el que se encontraba.
Parrado reconocía todos los puntos por los que habían pasado caminando e iba dando instrucciones a García. Cuando al fin Parrado señaló la ladera de la montaña en la que se encontraba el avión, el comandante no daba crédito.
No se explicaba cómo los chicos podían haber sobrevivido a tanta altura ni como Parrado y Canessa habían conseguido escalar (y descender) semejante montaña.
Por momentos pensaba que Parrado estaba errando en sus indicaciones… ¡era imposible que el avión estuviese allí!
A medida que ascendían, el aire se hacía más ligero y había torbellinos. Los motores rugían y el helicóptero se sacudía y vibraba. El altímetro marcaba 4.500 metros cuando alcanzaron la cima.
Comenzaron a descender entre turbulencias hasta que finalmente Parrado divisó las diminutas manchas que él sabía que eran los restos del Fairchild. “Ahí están”, exclamó.
En el avión, los muchachos ya estaban esperando los helicópteros.
Esa mañana habían oído en la radio la noticia de que Nando y Roberto habían sido encontrados.
Esperaban ansiosos el rescate. Se acicalaron y empacaron sus cosas.
Surgió el debate de qué debían hacer con los restos de los cuerpos que estaban allí esparcidos, y concluyeron que no debían ocultar ni avergonzarse de lo que habían hecho.
De pronto, oyeron ruido y vieron cómo se aproximaban los helicópteros.
Los que se encontraban en el exterior comenzaron a hacer señas y gritar.
Pudieron ver a Nando que les hacía ademanes.
Los helicópteros trataban de descender pero el viento era tan fuerte que era una tarea demasiado peligrosa. Aterrizar era demasiado peligroso.
Tras varios intentos de acercamiento al fuselaje, el primero de los helicópteros consiguió acercarse tanto al suelo que uno de los soportes tocó la nieve.
Arrojaron dos paquetes por la puerta y saltaron dos hombres (el andinista Sergio Díaz y un enfermero).
Los chicos trataban de subir a bordo. El primero en conseguirlo fue Daniel Fernández y el segundo Álvaro Mangino, que se las arregló a pesar de su pierna rota.
El segundo helicóptero hizo la misma maniobra y de él descendieron dos andinistas más con su equipo.
A él subieron Carlitos Páez, Pedro Algorta, Coche Inciarte y Eduardo Strauch.
No podrían rescatar a más sobrevivientes ese día. Tendrían que volver al día siguiente.
Los supervivientes vivieron con estupor, divididos entre el pánico y la alegría, el viaje de vuelta a Los Maitenes.
Cuando aterrizaron en el valle, estaban asombrados ante el colorido del terreno y embriagados con el olor de las hierbas y las flores.
Se abrazaban unos a otros y rodaban por el suelo.
Les reconoció el equipo médico y se descubrió que todos sufrían desnutrición y falta de vitaminas pero ninguno se hallaba en el estado crítico.
Estos primeros ocho rescatados fueron trasladados a San Fernando.
La noche acompañados de los rescatistas
Esa noche se quedaron en la montaña Alfredo Delgado, Ramón Sabella, Bobby François, Vizintín, Javier Methol, Gustavo Zerbino, Roy Harley y Fito Strauch, junto a los tres andinistas y al enfermero.
El equipo de rescatistas fueron recibidos con abrazos y una inmensa alegría.
Pronto, los visitantes dijeron a los supervivientes que con seguridad no volverían a rescatarlos hasta el día siguiente.
Venían preparados para pasar la noche, con su propia carpa, y traían gran cantidad comida que ofrecieron a los chicos, que comieron hasta hartarse y tomaron mate felices.
En un momento determinado, inspeccionaban los alrededores del fuselaje y tomaron fotos. Dijeron que estaban obligados a hacerlo para el ejercito chileno, pero que ninguna de las fotografías se publicaría.
Los supervivientes invitaron a los rescatistas a pasar a su «hogar», es decir, al fuselaje. No eran conscientes del fuerte olor que había en el habitáculo.
Todos, excepto Sergio Díaz que pasó la noche junto a ellos, prefirieron pasar la noche en la tienda de campaña que habían traído.
Entró con ellos y se sentó en medio de los ocho apestosos, demacrados y al mismo tiempo felices uruguayos. Ninguno durmió y ni siquiera lo intentó. A medianoche Díaz cumplió cuarenta y ocho años y los ocho uruguayos cantaron «Cumpleaños feliz».
Sábado 23 de diciembre: Son rescatados los últimos supervivientes
A la mañana siguiente, Gustavo Zerbino se esforzó en explicar a los rescatistas de quién eran exactamente los restos que allí había, y cogió la bolsa en la que había recopilado cuidadosamente todos los objetos personales de sus amigos muertos para entregárselos a sus familias.
Sobre las 10 de la mañana, vieron aparecer de nuevo los 3 helicópteros, en los que todos subieron felices para dejar atrás la montaña.
El vuelo fue mucho más tranquilo que el del día anterior, y pronto estaban aterrizando en Los Maitenes. Allí fueron reconocidos por el equipo médico y enseguida volvieron a volar hasta San Fernando, donde estaban los supervivientes rescatados el día anterior.
En San Fernando ya les esperaban la mayoría de sus familiares.
Allí se decidió que trasladarían a todos los supervivientes a Santiago de Chile, por lo que, por tercera vez, todos volvieron a embarcar en los helicópteros.
Así fueron los días posteriores al rescate en Santiago de Chile
El rescate en La sociedad de la nieve
Estaba claro que había que omitir detalles de la historia real para poder condensarlo todo en una película de duración «normal».
Y uno de los damnificados de esta historia fue el rescate, que se contó muy por encima en La sociedad de la nieve.
Se omite el hecho de que el rescate se realizó en dos días, y que un grupo de rescatistas pasó la noche en la cordillera con algunos de los supervivientes.
Sí es cierto que Nando Parrado se sube a uno de los helicópteros (aterrorizado) para ayudar a localizar los restos del avión:
También se escenifica que Gustavo Zerbino había recopilado algunos objetos personales de los fallecidos para poder llevárselos a sus familias, o que los supervivientes se acicalaron cuando supieron que serían rescatados:
También hay escenas en las que se ve el encuentro con los familiares (muchos de ellos viajaron a Chile para el encuentro) o de la asistencia médica que recibieron tras el rescate.
La película termina con una imagen de los supervivientes juntos, en una habitación de hospital, y la voz en off de un ausente Numa pidiendo que le cuenten al mundo lo que hicieron en la montaña.
La película se acaba en ese momento y no cuenta otro momento importantísimo: la rueda de prensa en Montevideo.
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